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Lundi 11 mars 1 11 /03 /Mars 19:39

Me llamo Laura. Hace ya tres años que vivo en Pampatar, y me encanta la isla margarita. Tengo 45 años, y trabajo de enfermera en un conocido hospital. Soy de piel clara, ojos verdes y cabello castaño y liso. De pechos perfectos y un culito pequeño pero respingón. Me da un poco de vergüenza describirme mi esposo vive en caracas

Y los fines de semana viene a la isla por cuestiones de trabajo no podía venir

Para sobrellevar mis ganas de sexo mantenía charlas telefónicas nocturnas muy calientes. En ellas me decía las ganas que tenía de follarme, y yo le sugería divertida que se masturbara para calmar su ansiedad. Él me respondía que ya lo hacía, pero que necesitaba inspirarse, por lo que me pedía que inventara historias en las que la protagonista era una versión de mí misma pero con la personalidad –y las vivencias- del personaje más excitante de cualquier película porno. Al principio mi timidez me lo impedía, pero poco a poco accedí a sus deseos. Tanto le gustaba a mi esposo que le relatara las experiencias indecentes que figuradamente tenía en su ausencia que muchas veces, mientras hablábamos por teléfono, se masturbaba hasta el orgasmo.

En una de esas largas charlas telefónicas me pidió que, para calentar sus noches de soledad, me hiciera sacar fotos desnuda por alguna amiga con una cámara de fotos (o incluso un video en el que se viera cómo me masturbaba). A él, claro está, no sólo le excitaría ver las imágenes, sino también imaginarse a una amiga mía (preferiblemente a una que estuviera bien buena) sacándome fotos eróticas. En ese momento estábamos masturbándonos al teléfono y, como estaba muy cachonda, acepté la propuesta, aunque después de hablar con él (y, sobretodo, después de correrme intensamente) me di cuenta de que era una locura, pues me daba vergüenza pedirle a cualquier amiga que me sacara ese tipo de fotos.

A la mañana del sábado siguiente me fui a comprar sigo el sambil.. Casualmente me encontré con un ex-compañero de trabajo (en realidad un antiguo medico residente) que era fotógrafo aficionado y que, de hecho, me había llegado a regalar alguna foto que creía que me podía gustar. Creo que cuando trabajábamos juntos él se sentía atraído por mí, pero nunca pasamos del tonteo (y no porque él no fuera atractivo, sino porque yo estaba muy enamorada del que ya entonces es mi esposo). Luis, que así se llamaba mi ex-compañero,. Yo estaba vestida con unos shorts vaqueros bien apretados con los que lucía mi culito y mis piernas, y llevaba una camiseta ceñida que a mi esposo le encantaba. Noté que Luis me admiraba de reojo, pero era un chico muy correcto y nunca me hizo sentir incómoda.

Como hacía tiempo que no nos veíamos, fuimos a tomar unas cervezas, y antes de que me diera cuenta llevábamos dos horas bebiendo y estábamos bastante borrachos. La conversación derivó hacia las fantasías sexuales típicas de los de los hombres y de las mujeres. Luis, desinhibido por el alcohol, me contó que siempre se había imaginado teniendo relaciones sexuales con dos chicas a la vez. Me reí y le dije que era demasiado tópico, y entonces él me preguntó que si era tan lista le contara cuáles eran las mías. Yo estaba muy cortada para contarle ninguna fantasía propia, así que me escabullí y le conté la fantasía-favor que hace unos días me contó mi esposo por teléfono, preguntándole en broma si estaría dispuesto a tomarme las fotografías desnuda él mismo.

Sorprendentemente, en vez de seguir tonteando en broma, me contestó muy seriamente que no era la primera vez que se lo pedían. Le había hecho el favor a un par de amigas suyas, y había quedado muy bien. Yo le miré incrédula, pero él me dijo que si quería podía contar con él, prometiéndome con una sonrisa que era un profesional y que nunca me incomodaría ni me pediría hacer nada que no quisiera. Le contesté enseguida que ni hablar. A mí me daría demasiada vergüenza y mi novio no lo aprobaría. Entonces él me contestó que podíamos hacer fotos muy suaves, solo con lencería, sin llegar a estar desnuda en ningún momento, y no pasar de ahí. “Es como verte en biquini, mujer”, me dijo. La verdad es que Luis es un tipo muy legal, con mucha elegancia y saber estar, y siempre me había inspirado un sentimiento de mucha confianza. En aquel momento, quizá embriagada por el alcohol, la idea me pareció aceptable, y él me acabó de convencer al decirme que así las fotos tendrían más clase. Me despedí de él emocionada, con una mezcla de excitación por la sesión de fotos, anticipando la reacción de mi esposo, y al mismo tiempo un poco asustada por la vergüenza que me podría dar que Luis viera aunque solo fuera en ropa interior.

Lo que quedaba de día lo pasé depilándome completamente (sí, completamente) y comprando nuevas piezas de lencería (monísimas, , que luciría en la sesión de fotos programada para las 8:30 de esa misma tarde.

Al llegar a casa el efecto de las cervezas se había diluido completamente, y pensé en que quizá estaba cometiendo una locura. Lo cierto es que me planteé anularlo todo. Me embargaban sentimientos muy profundos de miedo, pero también de emocionante excitación. Me preguntaba que pasaría cuando estuviera en lencería ante Luis. ¿Como reaccionaría él? ¿Como me sentiría yo desnuda ante un hombre atractivo y posiblemente excitado? ¿Era cruzar una línea que mi esposo jamás aceptaría?

Para darme valor me bebí lentamente casi media botella de vino mientras hablaba por teléfono con él. Le conté que me había encontrado y le expliqué entrado con Luis, y le expliqué detalladamente en lo que habíamos quedado. Él supuso que era simplemente una historia, quizá más light de lo habitual, que yo estaba inventando para ponérsela dura, pero le puso tan cachondo (seguramente porque le parecía más probable que las inmoralidades que se me ocurrían en otras ocasiones) que se corrió dos veces durante la conversación.

De nuevo afectada por al alcohol y excitada por la conversación, de reafirmé en la decisión de llevar a cabo la sesión.

Luis llegó puntualmente a mi apto, y al abrir la puerta Andrés vio en mi mirada que estaba a punto de echarme atrás, Antes de que pudiera contestar a Luis, me saludó con un beso en la mejilla y entró Mientras preparaba su cámara y su laptop, Luis me dijo que su experiencia le había enseñado que era habitual que una chica en ropa interior se sintiera incómoda o avergonzada al verse observada por un hombre vestido Me dijo que si  se quedaban también en ropa interior, el ambiente se relajaría mucho. La verdad es que sí estaba muy nerviosa y me pareció una buena idea, así que me tranquilicé bastante cuando  se quitó el interior, la camiseta y los jean. Al verlo en un atractivos slips negros bastante ceñidos, sentí un ligero cosquilleo.

Mientras yo también me quedaba en un sugerente conjunto de lencería azul, traté de sustraerme a mi incipiente excitación explicándoles que quería una sesión de fotos con gusto y, aunque excitantes, alejadas de pretensiones pornográficas. Quedamos en que las fotos no serían de desnudos totales sino de posados sugerentes en braguitas y sujetador. Me quedé en ropa interior y empecé a posar En la primera foto aparecía recostada sobre mi cama en actitud recatada exhibiendo mis piernas. En otra me senté de tal forma que quedaba a la vista una ligera parte de mi tanguita azul de encaje. En otra me levanté y me puse de espaldas, girando mi cabeza de forma sugerente mientras enseñaba mi culito y mi espalda. Luis me retrataba en diferentes posturas pero siempre con mucha clase. Cuando acabó la tanda de fotos, me quedé asombrada cuando me las enseñó. Parecían de una revista de moda de altos vuelos. Aparecía guapísima, seductora, sofisticada, sexy… me encantaba el resultado.

Fui al baño a ponerme otro conjunto (un picardías de noche de color oscuro muy insinuante). Todo estaba yendo bien. Luis era un sol, Y además yo también le estaba viendo semidesnudos, lo que cada vez me gustaba más.

En la segunda tanda me animé con posturas un poco más atrevidas. Estaba un poco borracha y había perdido el miedo inicial, por lo que me atrevía a ponerme a cuatro patas, abría un poco más las piernas, me inclinaba hacia delante para que se me viera el escote…A veces me colocaba como una putita y miraba a la cámara, excitándome al pensar lo caliente que pondría a mi esposo y, no podía negarlo, al pensar en lo que estaría sintiendo Luis me dio una rosa que me había enviado mi esposo, para que jugara con ella pasando los pétalos por mi cuerpo. Andrés hacía fotos sin parar, y cada cinco o seis fotos y yo cambiaba de una postura sugerente a otra. La verdad es que me estaba poniendo cachonda. Cada vez les miraba el paquete con menos disimulo y me daba la sensación de que se estaban dando cuenta.

Cuando estábamos a punto de acabar la segunda tanda de fotos, Luis me propuso que me quitara la parte de arriba del picardías y me quedara en top-less . Era un paso que en principio no quería dar, pero antes de que le contestase me dijo que me podría tapar los pezones con las manos. Ese tipo de fotos aparecía hasta en las revistas femeninas más lights, así que, quizá afectada por mi excitación y por el vino, no le dije nada y me quité el top de seda. Rápidamente me cogí los pechos con las manos para ocultar mis pezones, aunque les había dado tiempo de sobras de verlo todo, lo que sorprendentemente me gustó imaginar. En las siguientes fotos a veces les daba la espalda y a veces me tapaba las tetas con las manos, aunque otras veces dejaba que se viera un poco una aureola para resultar más excitante. Luis sonrió al verlo, pero siguió haciendo fotos como si nada. En cualquier caso mi técnica estaba provocando un potente efecto secundario; me encanta que me soben las tetas, y la ligera presión de mis manos sobre mis pezones hizo que empezara a mojar mis braguitas…

Estaba realmente caliente cuando Luis sugirió que acabáramos la tanda y me cambiara de conjunto. Me levanté con las piernas temblando y le dije que ok. Aquello estaba empezando a írseme de las manos, así que le propuse que la tercera tanda de fotos fuera la última. “Como tú quieras”, me dijo, sin sonar convencido.

Al entrar en el baño me miré al espejo. Estaba espléndida. Me puse cachonda otra vez sólo al darme cuenta de todo lo que estaba haciendo. Pensé en masturbarme rápidamente antes de volver a salir, pero en ese momento vi en el reflejo del espejo que la puerta del baño se había quedado mal cerrada. Me quedé con la boca abierta al ver como Luis estaba embobados mirando las fotos de la última tanda, sobándose la verga dentro de su slip al verme en la pantalla del portátil de Luis. La sensación que tuve fue indescriptible. luis, se bajó un poco el slip y sacó una verga enorme, depilada y completamente empinada. Pensando que desde dentro del baño no podía verle, empezó a pajearse compulsivamente observando mis fotos.

Aquello me puso tan cachonda que, sin dejar de mirarle, empecé a acariciarme el coño. La verga estaba brillante, y palpitaba con cada sacudida de su mano. Me aparté las braguitas y me metí un dedo susurrando de placer, temerosa de que se diera cuenta de que le estaba observando. “¡Qué buena está, joder!”, le oí jadear justo antes de correrme. Una convulsión recorrió todo mi cuerpo mientras me mordía el labio para no gemir. Me apoyé en la pared para no derrumbarme en el suelo, mirando todo el tiempo la verga de luis. Le observé unos segundos más y vi que, como estaba a punto de correrse él también, bajaba el ritmo de su masturbación.

Reponiéndome de mi orgasmo, tuve una idea irresistible. Observándoles por el reflejo del espejo, hice un pequeño ruido fingiendo que cerraba mi estuche de maquillaje. Como esperaba, lo oyo perfectamente y vi como su cabeza se giraban hacia el baño. En ese momento aparté mi mirada rápidamente y llevé la vista al frente como si nada. El corazón me latía a mil por hora; Estaba completamente segura de que ahora me estaban observando recreándose en mi minúsculo tanga y pensando que yo no sabía que podían verme. Evitando la tentación de descubrirme mirando hacia su reflejo, me incliné hacia delante y empecé a bajarme lentamente las bragas. Mientras el tanga, empapado por mi orgasmo, se deslizaba entre mis rodillas, pensé en la imagen que les estaba ofreciendo. Mi coñito totalmente depilado y mi culito virgen apuntaban directamente hacia ellos, mientras que en el espejo podían ver reflejadas mis tetas, que se balanceaban al estar yo arqueada hacia delante. Cachonda de nuevo, me vestí lentamente con unas braguitas blancas, un conjunto de medias y liguero del mismo color y una minifaldita de colegiala por encima. Decidí seguir sin sujetador. Les dejé claro que iba a salir del baño apagando la luz con tiempo y mirando hacia otro lado al salir. Cuando le observé hizo como si nada hubiera pasado, como sospechaba. luis, que fingía observar el suelo para evitar cruzarse con mi mirada, volvía a tener la verga en los calzoncillos, pero el bulto que se veía debajo delataba su excitación. se limitó a decirme que podíamos seguir. Mientras tanto, yo ya no hacía ningún esfuerzo por cubrirme las tetas. Estaba casi desnuda como si nada, y aunque el no hizo ningún comentario, cada dos por tres sus miradas se dirigían a mis pechos sin que pudieran evitarlo. Me encantaba.

Empecé a posar como una profesional. Me puse a cuatro patas y me levanté la minifalda, mirando traviesa a la cámara. Cuando luis se acercaba a medir la luz, podía ver perfectamente la forma de su dura verga debajo de su ropa interior, a escasos centímetros de mí. Me estaba poniendo a cien otra vez. “¿Porqué no simulas que te acaricias un poco por encima de las braguitas?”, me dijo de repente Luis

Me quedé cortada. Hasta ahora todo había sido un divertimento muy excitante, pero ahora estaba jugando con fuego y corría riesgo de quemarme. “¿Eso le va gusta a mi esposo?”, pregunté como una tontita para ganar tiempo. “le va encanta. Seguro que a tu esposo le vuelve loco”. No me lo tuve que pensar mucho. Le dije que fingiría que lo hacía y empecé a tocarme ligeramente. Los ocasionales temblores de mis piernas debían delatar que mi masturbación no era del todo simulada, pero intentaba controlarme lo mejor que podía.

En ese momento la dinámica empezó a cambiar. Luis dejó de hacerme sugerencias, y empezó a darme órdenes. Me decía que separara las piernas, que me sobara las tetas, que abriera la boca, que me chupara un dedo mirado a la cámara… y que no dejara de tocarme. Yo empecé a obedecerle sin rechistar, mientras Luis lo miraba todo con el slip a punto de reventar.

“Quítate las bragas” me dijo entonces en un tono serio, grave, imperativo. Yo me quedé mirándole, pero estaba claro que era una orden, así que me las empecé a quitar. “Así no”, me dijo. “Despacio, sonriendo a la cámara”. Lo hice como me ordenaba. “Ahora date la vuelta y deja caer tus bragas hasta las rodillas. Inclínate enseñándome el culo y acaríciate el ano”. Le obedecí sin rechistar, no fuera que se enfadara. “Bien”, me dijo mientras tomaba fotos sin parar.

De repente apartó la cámara y empezó a quitarse los calzoncillos. Le miré con los ojos como platos, y me dijo que si me desnudaba yo lo mejor era que se desnudaran todos, para que no estuviera incómoda. Tenía la verga totalmente empinada, y unas gotitas de líquido preseminal le resbalaban por el prepucio. Sin embargo, hizo como si todo fuera muy normal y volvió a coger la cámara para seguir tomando fotos.

“Voy a proponerte unas situaciones para que te metas en el papel”, me dijo entonces, mientras yo intentaba disimular mi propia excitación. “Quiero que te imagines que estás en esas situaciones, y así podrás actuar ante la cámara y las fotos saldrán mejor, pero mientras tanto es importante que no dejes de tocarte si no te lo digo, ¿de acuerdo?”. Me limité a asentir con la cabeza.

“Estás con tu esposo. Le han encantado las fotos. Se arrodilla delante de ti y empieza a comerte el coño”. Mientras me frotaba ligeramente mi sexo húmedo, ahora totalmente expuesto a sus fotos, no pude evitar gemir ligeramente al oírle. Cerré los ojos mientras me masturbaba imaginando la situación.

 “Ahora te pide que le comas la verga. Ponte a cuatro patas y cierra los ojos, imaginando que te coge la cabeza y te folla la boca”. luis se acercó a medir la luz de nuevo. Él también estaba ya totalmente desnudo, y su enorme pene, completamente duro, quedaba ahora expuesto a escasos centímetros de mí. Yo intentaba no mirarlo, pero no pude evitar notar como se movía arriba y abajo mientras se agachaba a mi lado para hacer las fotos. Cerré los ojos de nuevo imaginando la escena que me había relatado Luis Cuando abrí los ojos me sorprendí de nuevo. Luis hacía fotos con una mano, y con la otra se estaba haciendo una paja como si nada. Inmediatamente miré a Luis, que se acariciaba la verga mientras me miraba tímidamente. En ese momento me desinhibí y me empecé a masturbar profundamente. Ni siquiera me molesté en no gritar cuando me corrí delante de Luis.

Luis, sin inmutarse, siguió subiendo de nivel. “Quiero que te imagines que te amenazo con publicar estas fotos a no ser que nos obedezcas. Quiero que pienses que te ordeno que dejes que te folle yo. Tú obedeces como una putita, temerosa de que las fotos se hagan públicas”. Aquél cabrón consiguió ponerme aún más cachonda. Me retorcía de placer como una poseída mientras observaba como sus manos resbalaban sobre su pene.

 “Eso es. Ahora quiero que te imagines que enseño las fotos en tu trabajo a tus jefes. Ellos te llaman a su despacho, y te obligan a que dejes que te follen allí mismo como la guarra que eres. Tú les suplicas que no lo hagan, pero te empiezan a sobar amenazando con despedirte y con enviar las fotos a todo el mundo si no cooperas”.

En ese momento Luis se masturbaban a toda velocidad. Luis no dejó de pajearse mientras estaba junto a mí, jadeando y observando descaradamente como mi dedo entraba y salía de mi coño. La visión de su miembro era intoxicante. Cuando se retiró, su verga me rozó un pecho, y me estremecí de placer. “Métete un dedo en el culo”, dijo Luis. Yo me habría metido un vibrador entero, así que le obedecí complacida. No era más que una actriz porno a su total disposición.

“Eres una puta”, susurró. “A partir de ahora podemos hacer contigo lo que queramos. mientras me metía los dedos a la vez en el coño y en el culito, gimiendo sin ningún recato

Me corrí por enésima vez imaginando una vida de lujuria interminable. A cuatro patas grité, gemí y me retorcí. Cuando, agotada, abrí los ojos, Luis estaban en frente de mí, masturbándose aún, aunque ahora muy lentamente. Su verga casi rozaban mi cara. Andrés seguía con la cámara en la mano, fotografiando la escena. “¿Aquí ha acabado todo?”, me pregunté. “La verdad es que ha sido increíblemente excitante, pero aún no he cometido ningún error irreparable. Al fin y al cabo, ni siquiera nos hemos tocado. Podríamos separarnos ahora mismo habiendo compartido una experiencia especial, pero sin haber ido demasiado lejos. Seguramente sería lo mejor”, pensaba mientras su verga se balanceaban lentamente delante de mis ojos.

Luis apartó la cámara de su cara, me miró a los ojos y, con infinita paciencia y el tono condescendiente con el que se habla a las niñas pequeñas, me dijo “¿A qué esperas para empezar a chupárla?”.

Sonreí pensando que ya era hora, mientras cerraba los ojos y abría la boquita…y me metia la verga de luis me la mamme divino y le pedi luis follame ya no aguanto esta fantasia hasme tuya

Y luis me hizo la puta mas feliz259156125915622591563259156425915652591566259156725915682591569 

Par Dr luis miguel Hernandez - Publié dans : sexualidad
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