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Empecé a lamerle el pecho a luis, pasando mi lengua por su abdomen, por cada uno de sus abdominales hasta seguir bajando y posar mi boca sobre el bulto que se marcaba dentro de su bóxer. Se los quité, dejando su verga tiesa apuntando hacia el techo y acerqué mi boca hacia ella, pero sin comenzar a mamarla. Saqué mi lengua y posé la puntita sobre su cabeza, notando su sabor en ella. Acto seguido, comencé a deslizar mi lengua hacia abajo, poco a poco hasta llegar a s base y empezar el camino inverso, subiendo poco a poco hasta llegar a la punta. Realicé este mismo camino varias veces, notando como mi saliva iba cubriendo toda su verga y escuchando sus gemidos mientras se la lamía. Él estaba disfrutando de la mamada que le estaba haciendo en su consultorio, y hay que reconocer que yo también estaba disfrutando de ello. Tras unos diez minutos de lamerla, decidí dar un paso más y abrí mi boca completamente hasta meterme su cabeza en la boca. Podía notarlo entre mis labios y comencé a bajar mi cabeza poco a poco, notando como su vergaa entraba centímetro a centímetro dentro de mi boca. No fui capaz de metérmela entera en la boca, porque notaba que me faltaba el aire, por lo que comencé a sacármela poco a poco. Continúe mamándosela así, metiéndomela en la boca todo lo que podía y comencé a ir cada vez más rápido, moviendo mi boca arriba y abajo por su verga. Su respiración era cada vez más acelerada señal de lo que estábamos disfrutando. De pronto, noté su mano apoyándose sobre mi nuca. Me sobresalté, pero al momento continué con lo que estaba haciendo sin preocuparme en absoluto por su mano, hasta que comenzó a empujar mi cabeza hacia abajo. Ese movimiento hizo que su verga entrase entera en mi boca, más profundo de lo que yo había sido capaz de meterme antes y de súbito, un líquido caliente empezó a desparramarse en mi boca. No podía respirar a causa de su corrida e intenté sacarme su verga de la boca para poder respirar pero él seguía empujando mi cabeza contra su verga por lo que me fue totalmente imposible sacármela de la boca, no quedándome otro remedio que tragarme todo su semen, su leche. Unos segundos después, la presión de su mano sobre mi nuca se aflojó, por lo que pude sacármela de la boca. Su corrida prácticamente había terminado aunque tras sacarla, los últimos goterones fueron a parar a mi frente y a mi pelo. Yo aún no había recuperado completamente el aire por lo que me quedé quieta a pesar de notar como las gotas de leche de mi frente se escurrían hacia abajo por el arco de mi nariz. Justo antes de levantarme para ir a lavarme, le oí decir lo bien que me quedaba la leche por la cara…